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Aprender a estar

La persona en Oriente está más enfocada en ser, y en Occidente en hacer. Como complemento de ambos enfoques, es interesante conocer las corrientes de pensamiento que enfatizan la importancia del saber estar.
Para nosotros los occidentales resulta difícil aprender a ser, pues no entendemos, o no queremos entender, que ser es un preámbulo indispensable para el bien hacer.
La educación formal, la actividad económica, la cultura empresarial, la sociedad, y el resto de nuestro mundo, giran ciento por ciento sobre el hacer, y no sobre el ser. El hacer para tener: lo más que se pueda tan pronto como sea y sin importar, en muchos casos, lo que se es o lo que se debe ser como individuo.
Es sorprendente que en las empresas sí se planteen lo qué quieren ser, antes de hacer, para luego tener, y que con el individuo occidental promedio no suceda así. Por el contrario, el oriental trabaja más en el ser que en el hacer. Aunque la modernidad económica está avivando a los chinos, hindúes y otros orientales hacia el hacer y el tener: su fortaleza económica habla por sí misma.
Es así, entonces, que el ser y el hacer son extremos de un desarrollo personal continuado, y que aquél es prerrequisito de éste.
En el medio de esa continuidad se sitúa el saber estar. Aprender a estar es tan importante como el ser y el hacer. Saber estar es comprender cómo vivir, en el aquí y en el ahora, mientras llegan los resultados del hacer – de las causas a los efectos.
Surge la interrogante: ¿Qué hacer mientras se está?… Opino que nada, sino simplemente estar, en una nada que es el todo en ese momento. El estar es sinónimo de reposar y existir en estado de contemplación de lo que sucede adentro y alrededor nuestro. Es fluir con la corriente de la vida disfrutando de lo que ésta nos ofrece.
No obstante, en nuestra cultura de trabajo occidental, repudiamos terminantemente la postura del sin quehacer, aún y cuando para muchos el quehacer contemplativo equivalga a estar frente a una televisión, transitando canales sin mirar ninguno de ellos. El estar se rechaza, pues se le considera como sinónimo de flojera y apatía.
Recuerdo la imagen de un agricultor que conocí: una tarde, después de haber supervisado las labores de la jornada, estaba sentado tranquilamente a la sombra de un árbol, daba la apariencia de flojedad. No obstante, por las faenas realizadas en el día, ya no había nada más qué hacer. Ni modo que él ejerciera presión – con más labores agrícolas – para que las plantas se apuraran a dar sus frutos. Bien debemos saber que la naturaleza no se puede violentar, y esa misma sapiencia habría que trasladarla a las actividades empresariales, educativas y sociales.
El estar, es estar en los espacios de velada quietud, que hay entre los “vacíos”, aquellos que sigilosamente existen entre las acciones y sus reacciones, entre las causas y los efectos.

 

Por: Manuel Sañudo Gastélum

Coach y Consultor
manuelsanudog@gmail.com
Facebook: Manuel Sañudo-Business & Life Mentoring
www.facebook.com/manuelsanudog/

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