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    Cuando el resultado se tarda en llegar

    “El momento más oscuro es precisamente antes del amanecer.”
    (Refrán Popular)

    En ocasiones, el resultado final demora en cumplirse. Tardanza que puede causarte desánimo y ansiedad. Para atenuar tu impaciencia empieza por aceptar que los planes tienen la característica de pasar por un proceso normal de maduración, y que las variadas y diferentes personalidades de los individuos influirán en la concepción particular de lo que es normal —o no— aceptar como duración tolerable de la espera.

    Aun si tu conocimiento está bien asimilado para lidiar con los problemas y tienes muy claro lo que quieres lograr, te reitero que habrá casos en que la espera se torne tensa. Por lo que te propongo algunos elementos de auxilio para mitigar la desesperación:

    Retener la energía. Ante la tardanza, es prudente no desbordarse en las dosis de esfuerzos requeridos para que el proceso fluya, pues se corre el riesgo de cometer actos equívocos.

    ❖Ser firme, como tronco de árbol, pero con ramas flexibles. Ante las voces de aquellos que te cuestionen sobre lo que quieres lograr, y escuchar lo bueno que te digan, sin que ello altere la esencia de tus metas.

    No preocuparse por el futuro. ¿Para qué?, si el futuro —en muy buena medida— se ha decidido de manera proactiva en el aquí y en el ahora. Lo que no implica que te olvides de medir, de alguna forma, si es que viajas en la dirección acertada.

    Reforzar la fe. Frente al desaliento, no hay como fortificar la certeza de la posterior conquista del resultado.

    Vivir el presente. Una vez que determines lo que ambicionas para el futuro, y echadas a andar las acciones convenientes para lograr las metas, será frecuente que se presenten espacios de “tiempos muertos” propios de la espera. En ti estará la oportunidad de “avivarlos”, existiendo en tiempo presente y evitando los viajes mentales al pasado o al futuro.

    Pensar y actuar como si el resultado ya fuese concedido. Eso te suministrará una gran cuota de paz mental, y te reducirá las sobrecargas de estrés innecesario y nocivo.

    Reforzar la autoestima y la auto confianza. El desaliento —por la tardanza de la presencia del resultado en el tiempo que desees que suceda— seguramente mermará tu confianza y tu estima personal. Por lo que debes de desligar lo que son los hechos de lo que es tu persona, y aceptar la expectación como algo común y corriente.

    Practicar el silencio, y el “perfil bajo”. No conviene que caigas en protagonismos, especialmente si son prematuros. Las habladurías y los festejos anticipados de lo que todavía no consigues atraen la atención de indeseables e incómodos espectadores.

    No buscar, sino ser buscado. Practicar la “Ley de Acción y Reacción”: si ya has emprendido una determinada acción, no es bueno que corras como desesperado en la búsqueda de respuesta… Habrás de aguardar a la reacción correspondiente.

    No presionar al resultado. “No por mucho madrugar amanece más temprano”. El aumento de tus esfuerzos, en la errónea creencia de que con ello se apurará la aparición del triunfo, resultará contraproducente y extenuante.

    Si, después de una razonable espera, el resultado sigue sin aparecer (en el entendido de que “lo razonable” es desigual para cada persona) habrás de cuestionar si las metas que te forjaste todavía tienen vigencia.

    Por: Rubén Manuel Sañudo Gastélum

    Coach y Consultor de Empresas.

    manuelsanudog@gmail.com

    DR © Derechos reservados. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.

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