“Una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura: cuando salgas de la tormenta no serás la misma persona que la que entró en ella. De eso se trata esta tormenta.”

— Haruki Murakami

Conozco muchos casos de personas que atravesaron por fuertes problemas, fuertes como tempestades, y salieron airosas de ellas; también he navegado por mis propias tormentas. Obvia decir que hay personas que, infortunadamente, les sucedió lo contrario, que quedaron atrapadas en un torbellino emocional, adictivo, económico o conductual.

Prefiero hablar de las personas que sí, de las que lograron ver el arcoíris después de la tempestad. Si bien, ese arcoíris, no se ve inmediatamente después de la tormenta, toma un tiempo encontrarlo; pues lo primero que ocurre, pasados los problemas, y después de haber salido del ojo del huracán, es como un desguance, un agotamiento físico y mental unido a una sensación de calma y liberación. Como si llegáramos a la orilla de la playa, después de un naufragio.

Así, nos sentimos mejor que cuando estábamos dentro de la tormenta, nos creemos salvos, pero algo nos dice que todavía no estamos sanos. Vivos, pero débiles, y sin mucha claridad de qué fue lo que pasó, aunque con la grata sensación de triunfo, de saberse en puerto sereno.

Traigo a la memoria lo que un amigo me relató, parodiando estas letras, que “Había salido del Infierno y llegado al Purgatorio, pero no al Cielo”. Lo que le entendí fue que tuvo una gran mejoría, pero que todavía le faltan asuntos por resolver. Y es perfectamente normal, como lo menciona Murakami en el enunciado de arriba, que no sepas ni cómo saliste de la tormenta, pero que sí sabes que ya no eres la misma persona. Tampoco sabes qué es lo que sigue, y he aquí que te enfrentas a un nuevo reto; pero reconoce que ya no estás atrapado y que el problema, a medida que pasan los días, lo ves lejano, empequeñecido, como si hubieses aplicado un zoom emocional, y puede ser que hasta te culpes de no haberlo solucionado antes.

La pregunta obligada es ¿y ahora qué sigue?

Primero que todo, es necesario serenarse, no hacerse tantas preguntas, ni auto reclamos, y rendirse ante el remolino de altibajos emocionales que revolucionarán tu mente. Se asomará la euforia, seguida de algo de depresión, melancolía, recuerdos ambivalentes sobre lo que pasó, malestar físico por la ausencia de la adrenalina y el cortisol (toxinas producidas por el estrés que sufriste) y hasta mucho miedo, un gran pavor a volver atrás, a regresar —o a que otros te regresen— al infierno en el que vivías.

Una vez rendido, y aliviado del malestar post traumático, te sugiero que:

•Dediques diez minutos diarios, por la mañana y por la noche, a agradecer que ya saliste, y a reconocer que lo mejor está por venir. Gracias, gracias, gracias…

•Evites pensar negativamente, en especial en aquello que te haga temer que podrías regresar a donde estabas. Evita, asimismo, culparte por no haberlo solucionado antes. Ni te culpes, ni te victimices.

•Aceptes que fuiste corresponsable de la experiencia, de que tú formaste la turbulencia en la parte que, consciente o inconscientemente, elegiste experimentarla.

•Reflexiones qué fue lo que te metió en problemas, y por qué fue que se convirtió en tormenta, para que no te vuelva a suceder.

•Perdones a los que te dañaron y te perdones a ti mismo. Recuerda que perdonar no quiere decir que convivas con los dañinos.

•Te alejes de las personas, eventos y disparadores de nuevas tempestades. Pon tierra de por medio y apártate de cualquier influjo nocivo que te pueda disparar emociones indeseadas.

•Te abras a los nuevos capítulos de tu libro de vida; que te prepares a vivir nuevas experiencias; aquellas que tanto deseaste mientras sorteabas el vendaval.

•Evites las añoranzas culposas. Recuerda que la vida es como un libro que vas escribiendo sobre páginas en blanco, y que el vivir en la nostalgia te llevará a las mismas tempestades.

•Sanes lo que tengas que sanar. La sanación será como una especie de vacuna contra los sufrimientos del pasado o del porvenir.

Por: Manuel Sañudo Gastélum

Coach y Consultor

manuel@entusiastika.com

DR © Rubén Manuel Sañudo Gastélum

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