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    La adicción al sufrimiento, tradición del desempoderamiento

    Vivir el rol de víctima sufrir por todo es parte de un modelo cultural muy viejo, tan antiguo como nuestra civilización. Encontramos este patrón en toda la historia de la humanidad.

    Actualmente, recibimos esta programación que está en los libros que leemos, en la música, en las series, en las noticias, en los periódicos, en las redes sociales, en las religiones, en la política nacional, en las relaciones diplomáticas internacionales, en las escuelas, en las relaciones de pareja, en la familia, en las amistades, etcétera.

    Una persona que está viviendo en victimización no es dueño de sus deseos, de sus pensamientos, de sus palabras, de sus acciones, ha perdido el poder de sí mismo, responsabiliza a todos y a todo de su situación. Se va perdiendo de sí mismo, regularmente no sabe que quiere y cuando llega a saberlo a través de su relación consigo mismo mata sus propios sueños, además de los sueños de los demás. Le cuesta ver feliz a otros, es envidioso, ha perdido la capacidad de ayudarse a salir adelante sanamente, siempre está esperando que todos cambien, su autoestima, se debilita, además de que va perdiendo la capacidad de decisión. Una persona que es víctima de todo y de todos se vuelve en un astuto manipulador, pues a través de este rol logra sus objetivos (sin importar el nivel de destrucción) esto se nos ha venido transmitiendo de generación en generación.

    Quien juega el papel de víctima es alguien que sufre por diferentes razones y variadas causas. Puede ser que sufra por necesidades básicas no satisfechas, molestias físicas, enfermedades, falta de energía, cansancio, impotencia, desesperanza, indiferencia, falta de reconocimiento, confusión, traición, abuso físico, emocional o sexual, manipulación, explotación, opresión, abandono, persecución, entre otras cosas.

    Estamos tan acostumbrados a ese papel, que se ha vuelto adictivo. Realmente, es una adicción y una tradición es una forma de vida socialmente aceptada que crea pobreza física, mental y emocional, además que la sociedad siempre está esperando que se viva en esa actitud. Ser víctima es un juego cultural que se ha cobrado y sigue cobrándose la felicidad, la plenitud de quién lo vive y sus personas alrededor.

    La adicción al sufrimiento es una condición, que en principio le permite a la persona que la padece cubrir una carencia o necesidad emocional. Lo han experimentado desde la infancia o por muchos años. Están tan acostumbrados que a veces no se dan cuenta que tienen alternativas diferentes en sus vidas.

    El Eco que se activa cuando nos vivimos en esta condición de sufrimiento genera en nosotros pensamientos y comportamientos inconscientes. Ese estado de queja endémico, genera grandes contradicciones internas que impiden que la energía natural fluya y drenan nuestra fuerza vital. Esto causa debilidad, deterioro de nuestra propia energía y destruye nuestras relaciones con los demás.

    Según la ley de atracción y sus principios, cuando emitimos la resonancia de “la víctima”, atraemos situaciones y personas que nos van a hacer sufrir. Desde el estado de víctima será muy difícil aprender de la experiencia que estamos viviendo y nos vamos a ver repitiéndola infinidad de veces de diferentes maneras.

    Está enferma tradición nos hace percibirnos a nosotros mismos como alguien separado del todo, que tiene que estar constantemente defendiéndose o atacando.

    Para salir del rol de víctima se requiere tomar 100% responsabilidad absoluta de nuestra propia vida, asumiendo las consecuencias de las decisiones tomadas, aceptando el pasado, aprendiendo de las situaciones pasadas, del amor y el autoconocimiento.

    Esto requiere valentía pues es requisito tomar tú propia vida y adueñarte de la misma, recuperar tú poder personal y estar dispuesto a asumir el compromiso de vivir, pese a todo.

    Detecta estas actitudes, cámbialas y retoma el poder de tú vida:

    Crear constantes situaciones de ansiedad o preocupación (historias imaginarias).

    Negación de los sentimientos (“No hay problema”, “Está todo bien”, creando rigidez, contracturas, tensiones o enfermedades).

    Expresiones constantes “debería” o “no debería”.

    Queja acerca de nosotros mismos o de los demás, adicción al drama, Juicio, critica, culpar a los demás.

    Dificultad para perdonar, se guardan resentimientos muy viejos, repitiendo una y otra vez, en nuestra mente, situaciones pasadas

    Deseos de venganza, envidia constante.

    Si no puedes dejar estas actitudes o lidiar con esto pide ayuda, siempre es bueno dejarnos ayudar.

    Por: Karla  Rochín del Rincón

    Psicoterapeuta Gestalt, Instructora Certificada Thetahealing.

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