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    Leiva, Nuclear y los versos asesinos

    Sin duda hay personas que parecen tener un pacto con las palabras. Éstas les cuentan sus secretos a cambio de inventarles realidades que nosotros, los que no les hablamos de tú, sólo logramos entender entre sueños. Suena bastante cursi, no lo niego. Pero, ¿acaso no lo es toda fantasía antes de vivirla? La primera vez que escuché a Leiva ambos éramos mucho más jóvenes y perezosos. Él tenía motivos y escenarios para serlo. Yo en cambio, sólo tenía un par de discos y unas botas sucias, que según yo justificaban todo rocanrol. Ya han pasado muchos años desde entonces y creo que ya ninguno va buscando una sonrisa de repente en un bar. Ahora somos adultos y ambos usamos sombrero. Pero sobre todo, ya aceptamos sin dolor que todo cambia, nada permanece.

    Da un poco de melancolía, de esa bonita, de la que da gusto presumir, ver que el desgaste emocional que invertimos al admirar el trabajo de alguien fue correspondido debidamente. Con Leiva todo comenzó con Diciembre, su primer disco en solitario, que siendo sinceros, aún a pesar de los años, seguía colgado de unos aviones bastante familiares. Pues bien, siete años después han pasado muchas canciones, tanto cantadas como producidas, y ha llegado Nuclear, su cuarto disco en solitario y sin duda el mejor logrado en su expediente. Palabras fuertes pero decididas, y bien merecidas para el escritor, músico y productor.

    El disco de 12 canciones nos deja algo muy en claro desde el principio: Leiva es desvergonzadamente honesto y nos gusta esa desfachatez. Con guitarras asonantes como rompeolas y una advertencia como fusil “Es tan real que te cagas del miedo, y no lo vas a olvidar”, desembocamos en un escenario sin telón. En una de esas fantasías de la vida ordinaria que tanto le gustan al madrileño. Expertos es una de esas canciones que pudo haber cantado en años de más excesos; pero que ahora brinda el rocanrol necesario para esa nostalgia en las rocas que nos beberemos a sorbos en las noches sin fin.

    Descifrar los mejores versos me parece un ejercicio innecesario y hasta torpe. Simplemente no se puede. Leiva sabe elegir tan bien las palabras que todo estribillo parece tan exacto como la melodía que lo acompaña. No te preocupes por mí, por ejemplo, encierra una sensibilidad casi irresistible que la convierte de inmediato en inolvidable. “Sólo te quise decir que no dejé de creer, pero era grande la sensación de vértigo constante”. Esta es sin duda una de las mayores virtudes de Leiva. Fuera de la esencia básica de cuentacuentos que todo escritor desea ser, el español entrelaza tan bien las emociones, con los anhelos, las vidas olvidadas o simplemente recordadas; que vuelve sus canciones en una apoteosis de cualquier sentimiento. Aunque ésta no hable de nada, como lo presume en Costa de Oaxaca.

    En lo particular agradezco Nuclear, tema que además de darle nombre al disco, propicia un glosario anecdótico tan personal que es imposible no vernos en ella. “Si la mitad de nuestros dramas, fueran de verdad, no habría nada que nos pudiera salvar”. Lo bonito de estas canciones es que no necesitamos saber lo que intentaba decir el escritor porque lo vivimos día a día. Y al sentirnos delatados, ya no hay razón para mentirnos a nosotros mismos.

    Tal vez por eso al escuchar estas siluetas tan intimistas, como las que se esconden entre En el Espacio no podemos evitar doblegar nuestros deseos egoístas de no gritarle a alguien: Eres lo único que veo entre la niebla, lo único que vale la pena. Eres lo único que tengo que hacer. Lo único que queda. Palabras tan sencillas y honestas, sin necesidad de gárgolas, que encierran tantas historias sin ellas saberlo. Esta canción sin duda será la más dedicable del disco. Una balada con un coro despiadado que la hace totalmente irresistible.

    No mentiré, se extrañan las guitarras más caóticas de Pereza, o hasta de Pólvora. No que no las haya en Nuclear. Lobos y Como si fueras a morir mañana hacen lo necesario para encender nuestros corazones y apagar nuestras conciencias. Además de que son deliciosas. Pero final, este es el rocanrol que Leiva ha decidido entregarnos: con guitarras afinadas, pianos que enmarcan silencios, saxofones que endulzan puentes. Es un rocanrol distinto, más delicado quizá. No recuerdo un disco tan necesario en la historia reciente en el rocanrol español. Si acaso, Lo niego todo de Sabina, pero vaya, también lo produjo Leiva. Nuclear bien merece todas las flores recibidas, pero sobre todo, todas las palabras guardadas y cada verso anhelado. Vaya noches nos esperan muchachos…No es una recomendación, simplemente es una necesidad.

    Por: Víctor Garcés

    Garcestintan@elzilencio.org

    Garcestintan@gmail.com

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