A pesar de todo lo ocurrido los últimos meses, a pesar de las dudas e incertidumbres, a pesar de los miedos…las ganas de viajar permanecen inalterables en la mayoría de nosotros. Somos inquietos, curiosos y aventureros…Viajar nos hace libres, nos abre la mente, nos hace mas tolerantes, nos hace sabios… nos hace soñar y sentirnos vivos… y nos motiva en nuestro día a día.
Pero hay muchas formas de viajar, y nuestra realidad ha cambiado. Ya sea por responsabilidad con las normas y los protocolos que desde las autoridades nos dictan, ya sea por el respeto y miedo a la enfermedad, lo cierto es que el distanciamiento social se ha impuesto en nuestras vidas y en la “nueva normalidad” que nos toca vivir. Por supuesto también se impone a la hora de concebir o disfrutar un viaje. La pandemia nos ha obligado a parar, nos ha hecho pensar, y nos ha invitado a reflexionar. Nos ha hecho valorar las pequeñas cosas, el día a día, el tiempo… y los pequeños detalles que hacen grande cualquier momento…
La búsqueda del espacio, del distanciamiento social, y la búsqueda de disfrutar con calma de las pequeñas cosas, donde radica la verdadera esencia de un destino, marcarán los viajes de la era POST COVID-19, y muy especialmente, los viajes de luna de miel.
Cobran fuerza los destinos remotos y aislados, los servicios en privado, los pequeños alojamientos boutique de lujo donde el espacio y la privacidad son una máxima y están garantizados, donde podamos disponer de nuestra propia suite o villa, de nuestra piscina privada, de servicio check-in y check-out en nuestra habitación… donde tengamos la posibilidad de desayunar e incluso cenar con un chef local que nos deleite con una deliciosa gastronomía, dentro del entorno de nuestra área reservada …
Cobra fuerza todo aquello que nos permita reducir al mínimo el uso de espacios comunes frente a la privacidad y la intimidad de nuestro propio espacio… y cobran fuerza las experiencias privada a la carta, que nos permitirán disfrutar y vivir con calma, a nuestro ritmo y respondiendo a nuestras inquietudes personales, el destino escogido.
Los viajes de Luna de Miel, serán más exigentes, y cobrarán protagonismo frente a los viajes de vacaciones convencionales.
Recuperarán la esencia que tenían hace años y volveremos a pensar en ellos como un viaje único en la vida, que debe de ser especial e irrepetible… un valor, que en muchos casos se había ido perdiendo, diluido en la idea de “otro viaje más”. Lo habitual deja de ser excepcional, pero la nueva realidad nos “obliga” a que sea excepcional y no habitual. Sin duda viajaremos menos, porque el precio será mayor, pero viajaremos mejor y de forma mas responsable. Mejor en cuanto al impacto que nuestro viaje deje en el país visitado, y mejor en cuanto al impacto que ese mismo viaje dejará en nosotros.
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