Nikola Tesla es uno de los inventores más importantes de la historia, cuyos descubrimientos en el campo de la electricidad estaban muy por delante de su tiempo y siguen influyendo en la tecnología de hoy en día. A pesar de sus logros, Tesla murió en la pobreza y sin el reconocimiento que ganó casi un siglo más adelante.
Primeros años
Tesla, el hombre que cambiaría el mundo para siempre, nació el 10 de julio de 1856 en Smiljan, un pequeño pueblo compuesto por varias aldeas entre las montañas de la región de Lika, en Croacia, cuando todavía formaba parte del Imperio Austríaco. Su padre fue Milutin Tesla, un sacerdote de la iglesia ortodoxa serbia en la jurisdicción de Sremski Karlovci, y su madre Duka Mandici, una ama de casa de ascendencia serbia, y quien dedicaba parte de su tiempo como científica autodidacta fabricando herramientas artesanales caseras y había aprendido de memoria numerosos poemas épicos serbios, pero nunca aprendió a leer.
Cuando tenía 17 años, Tesla fue infectado por el cólera. Estuvo cerca de no recuperarse, pero finalmente se curó. Poco antes su padre le prometió que, de conseguirlo, le enviaría a una gran escuela de ingeniería, justo como él quería. Así que previo paso por el ejército, ingresó en la Universidad Politécnica de Graz, en Austria.
Allí comenzó a germinar la idea que marcaría su vida: idear una forma para que la energía gratuita llegase a todo el mundo. Más adelante daría el salto desde Graz hasta Viena, donde trabajó en la Compañía Nacional Telefónica en 1881, para acabar su periplo europeo en Francia, ya que en París encontró un nuevo trabajo en la Compañía Edison. Desde la capital francesa emprendió su viaje transoceánico hasta Nueva York en 1884. Allí, el mismo año en que llegó también desde París la Estatua de la Libertad, Tesla acudió directamente a las oficinas de alguien que marcaría el resto de su vida: Thomas Alva Edison. Para él iba dirigida una carta de recomendación de Charles Batchelor, su último jefe en Europa: “Conozco a dos grandes hombres, y usted es uno de ellos. El otro es el joven portador de esta carta.”
Y Edison le contrató ese mismo día. Pero entre ambos existían diferencias que fueron acrecentándose con el paso del tiempo. Diferencias que comenzaron en la forma de ver el resultado y la orientación de su trabajo.
La guerra de las corrientes
Edison era defensor y primer introductor de la corriente continua, y con ella logró su primera cartera de clientes en la Nueva York de principios de la década de 1880, con pequeñas centrales eléctricas para llevar energía a apenas un centenar de clientes en la ciudad que utilizaban este sistema.
No obstante, Tesla estaba convencido de que la corriente alterna era una solución mejor. La corriente alterna es la corriente eléctrica en la que magnitud y sentido varían de forma cíclica. Y que no tardó en imponerse frente a la continua y seguimos usando en nuestros hogares al día de hoy, más de ciento cincuenta años después.
Así que, en efecto, la idea de Tesla era mejor, pero necesitaba a Edison para implementarla. Ahí se desató el conflicto en el que Edison defendió su fortuna a toda costa. De ninguna forma iba a permitir Edison que un extranjero que acababa de llegar a la ciudad le arrebatase la fama e hiciese peligrar esa suerte de imperio eléctrico que consiguió levantar. Se unieron ego y dinero. Aunque más tarde, Tesla conoció al empresario George Westinghouse, que había desplegado una red eléctrica de corriente alterna en Massachusetts, todavía faltaba una pieza clave para que la corriente alterna lograse imponerse de forma incontestable.
Esa pieza era el motor de inducción, que el propio Tesla ya había inventado. Por sus patentes, Westinghouse le ofreció 5.000 dólares en efectivo, otros 55.000 dólares en acciones, y 2,5 dólares por cada caballo de potencia que se hubiese generado en la electricidad comercializada. Este negocio, en parte por la rápida y altísima escala que tomó la distribución de la energía, no fructificó. Hubiese sido inviable. Y de haber prosperado, Tesla se hubiese convertido quizás en una de las personas más ricas del mundo.
Mientras tanto, y a lo largo de finales del siglo XIX y principios del XX, Edison, preso de la envidia, no dejó de humillar y ridiculizar a Tesla. Haciéndole trabajar dieciocho horas diarias de lunes a domingo arreglando problemas técnicos o montando “espectáculos” para desacreditar la corriente alterna. Por ejemplo, aplicando descargas eléctricas a animales o anunciando su uso en la silla eléctrica, inventada unos años antes por Harold P. Brown, con la intención de atemorizar a la ciudadanía sobre su uso. Lo que no dijo es que Brown fue financiado en secreto por él mismo.
Pero el punto de inflexión tuvo lugar cuando Tesla le propuso a Edison una fórmula para mejorar su generador. Ante esta propuesta, Edison le prometió 500 dólares si lo conseguía. Tesla trabajó duro a lo largo de meses, llegando a apenas dormir durante más de 80 horas, y finalmente, como no podía ser de otra manera, lo consiguió. Edison no sólo no le pagó lo prometido, sino que además se burló de él: “Cuando seas un americano cabal lograrás comprender una buena broma yanqui”. Tras esta escena, Tesla se despidió de Edison, a quien había aguantado todo y por quien trabajó bajo una gran admiración durante años.
“El presente es vuestro, pero el futuro es mío”
Su siguiente proyecto fue crear su propio laboratorio para impulsar uno de sus grandes sueños: la transmisión de energía y noticias sin necesidad de usar alambres. Pero se encontró con dos barreras principales: por un lado, el sector energético era un monopolio, y como en todo monopolio, sus impulsores se negaban a cualquier cambio si no les iba a suponer un aumento en sus beneficios. Por otro lado, el sector bancario ya había comprado minas de cobre que cubrirían el cableado que cruzaría el país para distribuir la energía.
En una entrevista, dijo: “El presente es vuestro, pero el futuro es mío. El desarrollo del hombre depende fundamentalmente de la invención. Es el producto más importante de su cerebro creativo. En el espacio hay energía y es cuestión de tiempo que el ser humano logre aprovecharla. El científico no busca resultados instantáneos ni espera que sus ideas avanzadas sean aceptadas fácilmente, su deber es sentar bases, señalar el camino a los que vendrán. Cualquier persona, en tierra o mar, podrá recibir noticias de cualquier lugar del mundo o mensajes particulares destinados solo a ella con un aparato sencillo y barato que cabe en el bolsillo.”
Poco a poco se fueron materializando sus “predicciones” y a Tesla, pese a todo, le llegaron algunas pequeñas victorias. Por ejemplo, las de 1893. Aquel año, la Feria Internacional de Chicago tenía a la electricidad como, nunca mejor dicho, hilo conductor. La corriente alterna sirvió para aprovechar el potencial hidroeléctrico de las Cataratas del Niágara. El contrato fue para la empresa de Westinghouse, toda vez que la empresa de Edison fue una de las descartadas. Pese a las dudas de si la creciente industria de Búfalo iba a poder abastecerse con este sistema, la corriente alterna llegó para quedarse.
Wardenclyffe, el sueño que nunca llegó a ser
Tras los éxitos cosechados por la corriente alterna durante los años anteriores, Tesla se decidió a apostar de lleno por su gran sueño: lograr energía y comunicaciones inalámbricas. Este proyecto comenzó a materializarse a través de la Torre Wardenclyffe, también conocida como Torre Tesla, una torre de alta tensión con una antena de 30 metros de altura cuya finalidad iba a ser permitir la telefonía comercial transatlántica, impulsar las retransmisiones radiofónicos, y demostrar que era posible transmitir energía de forma inalámbrica, sin cables entre emisor y receptor, y además de forma gratuita. Para ello iba a seguir los mismos principios que con la radio.
La Torre Wardenclyffe recibió su nombre de James S. Warden, banquero y abogado que cedió parte (81 hectáreas) de unos terrenos comprados en Shoreham para crear una comunidad llamada Wardenclyffe-On-Sound, una especie de “Ciudad de la Radio” que creía posible gracias precisamente a la implantación del Sistema Inalámbrico Mundial de Tesla.
Cuando pidió más fondos para continuar investigando, le fueron denegados de forma premeditada. Había demasiados intereses en juego como para permitir que un inventor casi utópico, que ya había demostrado ser capaz de lograr avances de peso como el de la corriente alterna, se cargara un sector monopolizado por unas pocas élites. Así que Wardenclyffe se vio obligada al cierre antes de ser totalmente operativa y a demolirse parcialmente en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, cuando Tesla ya tenía más de sesenta años.
Olvido
En los últimos años de su vida, The Times entrevistó a Tesla, quien reveló que sólo esperaba vivir el tiempo suficiente para, al menos, colocar un aparato en una habitación que pudiese activarse con la energía de su alrededor. En su crepúsculo, Tesla murió sólo, abandonado. Tras fallecer en 1943, comenzó la campaña para borrar su nombre de la Historia y atribuir sus éxitos a otros, así como centrar su recuerdo en su carácter excéntrico.
Por ejemplo, Edison fue proclamado padre de la electricidad, y Marconi inventor de la radio. Pero ambos, sin Tesla, no hubiesen sido nada. Especialmente Marconi, quien utilizando diecisiete patentes de Nikola para su primera retransmisión en 1901, atribuyéndose el mérito sin citar a Tesla. Este hurto fue subsanado por la Corte Internacional en 1943, pero todavía hoy la cultura popular señala a Marconi como inventor de la radio.
Algunos inventos que, en realidad, fueron obra de Tesla
La Ley de Stiegler dice que normalmente ocurre que un invento nunca lleva el nombre de su verdadero inventor, sino que suele ser otro quien normalmente se apropia del mismo para la cultura popular. Tesla es un buen ejemplo porque sufrió varios “robos”, siendo quizás el de la radio y Marconi el más destacado. Aquí algunos de sus inventos, aunque puede consultarse la lista de patentes completa. Un mínimo de 278 reconocidas en 26 países.
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El padre de la tecnología moderna
Tesla no trabajaba para su beneficio ni para el de unos pocos, sino por el beneficio de la humanidad. Eso le costó morir sólo y abandonado, con 86 años, en una habitación de hotel. Lo encontró la limpiadora al día siguiente. Por supuesto, también le costó una dura y larga condena al ostracismo por parte del poder. Todavía hoy existe una corriente para devolver el honor a Nikola Tesla, uno de los mayores genios de la historia de la humanidad.