Por: Diana Leticia Bon Buelna.
Psicóloga.
Cel. (667) 137-5788
dianaleticiabb@gmail.com
Instagram @psic.dianaleticiabon
“Todo el mundo sabe que se va a morir, pero nadie se lo cree.”
—Mitch Albom
En este mes de noviembre, los mexicanos tenemos la tradición de recordar y honrar a nuestros seres queridos que ya murieron, siendo el 2 de noviembre el día de su conmemoración.
Desde que somos procreados, tenemos asegurada nuestra muerte. Al ser la muerte algo tan natural y común, algo con lo que convivimos directa o indirectamente a diario… ¿por qué será que la mayoría de los seres humanos no queremos que ésta llegue a nosotros y/o a nuestros seres queridos? Varias son las respuestas: los apegos, la dependencia de otras personas, la incertidumbre de lo que hay después de la muerte, el no saber a vivir las emociones que acompañan al duelo…
¿Qué es el duelo? Martha Alicia Chávez, en su libro Todo pasa y esto también pasará, define el duelo como “… el conjunto de sentimientos, pensamientos, estados de ánimo, comportamientos y reacciones fisiológicas que vive el ser humano por alguna pérdida significativa”. Y pérdidas experimentamos muchas durante nuestra vida; cualquier carencia o privación de lo que poseemos o creemos poseer, es una pérdida. Aquí me enfocaré en el duelo por las pérdidas de muertes significativas… un padre, una madre, la pareja, un(a) hijo(a), abuelos(as), amigos(as), etc.
Un duelo tiene sus etapas, etapas que no siempre siguen el mismo orden; una persona puede estar viviendo más de una fase durante su proceso del duelo, y volver a otra por la que ya había pasado.
La Negación, es una de las etapas y es la resistencia a aceptar la muerte de la persona, la dificultad que se tiene a aceptar algo que no se quiere que sea así, algo que no es agradable que haya pasado de esa manera. Se pueden tener experiencias como: soñar que el ser fallecido está vivo; el no reconocer el dolor que se siente ante esa muerte; seguir hablando de esa persona en presente.
Otra fase es la Ira, sentimiento que a veces es difícil de reconocer, enfrentar y/o procesar, ya que socialmente está muy mal visto, desde pequeños lo fomentan así; sin embargo, es importante reconocer la ira, aceptarla como propia para poder enfrentarla, manejarla y encauzarla adecuadamente a nuestro favor, sin necesidad de hacer daño a los demás ni a nosotros mismos. Podemos sentir ira contra nosotros mismos, contra la persona fallecida, contra los médicos, incluso contra Dios. Si estás atorado(a) en esta fase, algunas recomendaciones para enfrentarla son: escribir cartas dirigidas a la(s) persona(s) con quien(es) se está enfadado(a) expresando dichos sentimientos, pero sin entregárselas; en lugar de agredir (verbal o físicamente) a las personas, hacerlo con cosas (patear un balón, correr, gritar fuerte al aire, etc.) sin lastimarte tú; asumir la parte de responsabilidad que tiene esa persona en lo que ocurrió; tener empatía con la persona con quien se está disgustado a causa de la pérdida; transformar la ira en algo productivo, canalizando esta energía en alguna actividad como hacer un deporte, escribir, crear una obra de arte, etc.
En la etapa de la Negociación en duelos por muertes, algunas personas hacen pactos con Dios pidiéndole que les quite ese dolor, como por ejemplo mandas u oraciones; otras personas lo viven llevando a cabo alguna obra pro social cuya misión está relacionada con el motivo de muerte del ser querido.
Durante la fase del Dolor, ese profundo dolor y desolación en el que no se encuentra consuelo, no se ven soluciones… es importante dejar fluir esos sentimientos de aflicción, angustia, pena, culpa llanto; no se deben reprimir los sentimientos pues estos buscarán otras salidas sustitutas, como enfermedades.
Es en la quinta etapa, la Aceptación, cuando el doliente vuelve a ser él mismo, solo que ahora con más aprendizaje; seguimos recordando a la persona pero ya no con ese sufrimiento que conlleva todo este proceso del duelo. Es importante darse permiso para sentir, pues muchas personas que no lo hacen, no llegan a esta fase.
Quiero decirte que el duelo no es eterno, éste dura entre seis meses y un año y medio o dos, y la duración depende del tipo de relación que tenías con la persona fallecida, la edad de la persona que murió, el tipo de muerte, si ésta fue inminente o esperada, la actitud mental, la cultura, la religión, la economía. El duelo puede prolongarse a gran cantidad de años y esto pude suceder porque el doliente no se permite vivirlo en todas sus etapas, expresando sus sentimientos, como llorar la pérdida, enfrentar su coraje, su dolor, su frustración, su culpa. Si te encuentras en un duelo, te recomiendo enfrentar cada etapa reconociendo tus sentimientos, dejándolos fluir y encauzarlos para que no se convierta en
enfermedad, para que no se vuelva un duelo patológico. Y si crees no poder vivirlo tú solo(a), pide ayuda a un especialista, asiste a terapia con un(a) psicólogo(a), con un(a) tanatólogo(a).
Y recuerda que curar la herida no significa olvidar; recordarás a la persona toda tu vida, pero sin esa carga emocional, sin ese sufrimiento.
Por: Diana Leticia Bon Buelna.
Psicóloga.
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