“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio.” 2 Timoteo 1:3
El dominio propio es conocido también como templanza y refiere a la capacidad que tenemos las personas de hacer las cosas con discreción y moderación, si nos vamos al plano espiritual se puede decir que es una característica de madurez en las personas con libertad para decidir todo lo que hace equilibrando su espíritu, alma y consciencia, de manera que es capaz de controlar sus deseos, reacciones, volviéndose tolerante ante cualquier situación que normalmente los alteraría. Para alcanzar la templanza se requiere de disciplina diaria, de voluntad y altas dosis de paciencia.
Ahora bien, en la práctica se necesita estar muy bien enfocados para que las virtudes que todo ser humano posee se habiliten para beneficio propio y para el bien común, es la única manera que tenemos de vivir en armonía en una sociedad donde se ha perdido el sentido común, la tolerancia y el respeto por los demás, donde nos hemos vuelto insensibles al dolor ajeno, así como a las necesidades más apremiantes de quienes están más cercanos, pero sobretodo nos hemos vuelto jueces de las vidas ajenas, nos descuidamos a nosotros mismos por querer que las personas vivan como creemos es correcto y no nos bastan nuestros propios problemas y luchas diarias, sino que nos damos tiempo para originar otros tantos por el solo hecho de no entender que cada persona es diferente y vive su vida como cree es la mejor forma.
Lograr la templanza en nuestras vidas es más que un trabajo diario, es la convicción de nuestras creencias y vivir acordes con ellas, saber que lo más importante es despojarnos de cargas y etiquetas que nos llevan a la intolerancia, practicar la bondad que todo ser humano llevamos en nuestro corazón, la empatía con las personas que me permiten entender sus luchas y respetar sus decisiones viviendo en paz siempre.
Cuando practicamos la austeridad en nuestras vidas, y no estoy hablando de escasez o el conformismo, sino con una actitud de humildad de servicio dejando el egoísmo, vanidad y orgullo, aprendemos a no vivir afanados por el qué sucederá, aprendiendo a vivir el día a día siendo agradecidos, permitiendo que la vida y nuestra buena actitud acomode todo para bien. Cuando tenemos tiempo para orar y meditar, la vida se vuelve más sencilla y sabemos que todo se acomoda en los tiempos perfectos y que la desesperación y angustia sólo nos bloquea. Cuando somos organizados aprendemos a darle a cada cosa su tiempo y lugar volviéndonos ordenados, la vida en caos sólo genera estrés, es nuestra responsabilidad darle a cada cosa su tiempo, así seremos más efectivos y los resultados serán la mayor parte del tiempo favorables. Adquiramos buenos hábitos, lee, escucha buena música, camina, come rico, duerme y descansa, eso nos vuelve más asertivos porque aprendemos a darnos los espacios que necesitamos.
La templanza o dominio propio es una de las cualidades o virtudes que en los últimos años me he dedicado en practicar y en la cual se trabaja todos los días haciendo los cambios que necesito para poder despojarme de cargas y preocupaciones que sólo me estancaban, aprendiendo a ocuparme de lo que está en mis manos solucionar y confiando en que Dios me acompaña y ayuda con todo aquello que no está en mis manos solucionar.
Mi consejo es que no dejes de mirar en tu interior y reconocer que todas las cualidades ya están ahí, que sólo se necesita tiempo y voluntad para que cada día florezcan y sean visibles para cada uno de ustedes y para los demás.
Por: Lic. Olga Beatriz Pérez Berrelleza
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