La Navidad se acerca y pronto quedará atrás; después, tan solo rondará por ahí el duende de la nostalgia. Te quedarán los recuerdos placenteros de los regalos recibidos y de los obsequiados; por un tiempo saborearás, en tu recuerdo, las exquisitas viandas y dulces vinos. Brindarás buenos deseos y serás mimado con abrazos y caricias —aunque, desgraciadamente, no todos nuestros hermanos serán obsequiados o abrazados.
Este es el blanco sobre el que quiero apuntar mis letras, con todo y que suenen gastadas. Apuntar mi escritura para invitarte a que actúes, día con día, de cada año, como si fuese una Navidad inmutable, una que luzca igual que una tarjeta postal o un cuento navideño. Como la carta a Santa Claus que hacen los niños, en su más pura inocencia, cuando piden para sí, para todos los demás y por un mundo mejor.
¿Por qué esperar todo un año para sacar lo mejor de ti mismo?, ¿por qué los otros 364 días te conviertes en la antítesis de la Navidad?
Comparto contigo estos pensamientos, y me los repito a mí mismo, aunque parezcan sueños irrealizables…
Navidad, época de regalar y renunciar
Aprecia y agradece tus regalos; ya que los regalos te han sido suministrados por Él, como la salud, el dinero, el amor, los amigos, las cosas y comodidades. Estos son hermosos obsequios con los que has sido bendecido.
En cambio, renuncia a tus “tesoros”, no son reales, puesto que Él no te los ha dado. Ha sido tu ego el que los ha ido atesorando en forma de nocivas emociones y que, sin embargo, el ego se resiste a soltarlas; como soltar el miedo, el odio, el rencor o la ira, a pesar del daño que producen en tu persona, y en los demás también.
Aunque te cueste trabajo aceptarlo, resulta que es más fácil que te desprendas de los regalos, especialmente en la Navidad —como compartir el dinero, el alimento o el cobijo—, a que te deshagas de los “tesoros” viles y egoícos.
Detente un momento y haz conciencia de que tu verdadera grandeza empezará cuando te desenganches de esos lastres que tu ego ha atesorado, durante décadas, como si fueran joyas preciosas.
Te deseo una eterna Nochebuena, la que empezará en el momento en que nos hermanemos todos en una esperanza universal, en una forma de ver y vivir la vida como si fuera una Navidad de 365 días por siempre.
Te deseo que frente al miedo antepongas la fe, frente al odio el amor, que el rencor desaparezca con el perdón, y la ira con la tolerancia.
Si haces tuya la idea, y la esparces a manera de una Navidad sempiterna, de seguro que tus buenas intenciones se volverán pensamientos, emociones y cambios, en un feliz y maravilloso disfrutar de cada paso por la senda de tu camino, del mío, y de cada prójimo huésped de este mundo consternado.
Por: Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
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