Para regular el peso no hay una varita mágica con resultados extraordinarios, ni complementos nutricionales definitivos, ni equipos sofisticados para realizar ejercicio, ni grandes o pequeñas cirugías.
Junto con la dieta y el ayuno, tenemos a nuestro alcance herramientas sencillas y baratas. Podemos intentar un cambio de actitud, aumentar el contacto con la naturaleza, practicar técnicas de relajación, visualización y pensamiento positivo, tomar plantas medicinales, descansar, hacer ejercicio y recibir masajes.
Una primera cuestión es reconocer que nuestro peso responde a una consonancia entre constitución física, herencia y hábitos de vida.
No pueden perseguir el mismo peso una persona con constitución asténica (con un tórax estrecho, cara y nariz alargadas) que otra atlética, de fuerte osamenta y musculatura, o una pícnica, de cuerpo redondeado y con abundante tejido adiposo.
Lo importante, en todos los casos, es sentirse bien en la propia estructura personal, dentro de todas las variedades de morfología posibles y sanas.
La práctica de la relajación, la visualización, la meditación o el yoga contribuyen a una mejor conciencia corporal y ayudan en la reducción del estrés. Al liberarte de la ansiedad eres más sensible a los mensajes de saciedad y además no la confundirás con el hambre. En muchas personas esta confusión provoca una ingesta excesiva de alimentos.
La práctica habitual de la meditación disminuye los síntomas del trastorno por atracón alimentario y el síndrome de consumo nocturno de alimentos.
Es importante el contacto con la naturaleza. Quedarse en bañador o con poca ropa, al sol y al aire libre, permite exponerse al frío y al calor, lo que genera respuestas en el organismo.
Para acostumbrarte, puedes empezar con baños de pies, alternando agua caliente y fría, para después de unos días tomar duchas alternas.
También se puede andar descalzos o recibir baños de aire fresco.
Tres veces por semana puedes aplicarte una envoltura fría con agua y sal en la región abdominal. Al cabo de unos días, debes aumentar la envoltura para que ocupe una mayor región corporal, hasta llegar a ocupar las tres cuartas partes del total.
También puedes recurrir a las aplicaciones de calor, entrenándote previamente. El calor te ayuda a controlar el peso, incrementa la extensibilidad de los tejidos, combate el estrés, estimula el riego sanguíneo, ayuda a que el cuerpo elimine toxinas y refuerza la función de los riñones y de los intestinos.
La envoltura caliente de tronco favorece la aceleración del metabolismo en la obesidad. Puedes hacerla con saquitos de semillas o con toallas húmedas que se mantienen en torno al abdomen.
El ejercicio físico aumenta la sensibilidad a la insulina en las células musculares, lo que mejora la concentración de glucosa en diabéticos y en individuos con síndrome metabólico. También reduce el colesterol LDL y los triglicéridos y, a menudo, aumenta el HDL bueno. Asimismo mejora el estado de ánimo y los síntomas de depresión leve a moderada.
Resulta un buen comienzo incrementar las actividades físicas y reducir el tiempo que se invierte en mirar la televisión, el ordenador y otros dispositivos tecnológicos.
Deben ser de tres tipos: ejercicios aeróbicos para mejorar la función cardiovascular; estiramientos para flexibilizar y evitar lesiones; y ejercicios de fuerza para trabajar la potencia muscular y la resistencia de los huesos. Además es importante realizar ejercicios de alta intensidad realizados muy rápidos durante unos segundos, intercalados con reposo.
El ejercicio al aire libre es especialmente recomendable. Por ejemplo, puedes andar a buen ritmo por caminos montañosos con alguna pendiente. Este ejercicio, si es posible en altura y con temperatura, constituye un entrenamiento termorregulador y de adaptación al frío que llamamos “cura climática”.
Algunas plantas medicinales cuentan con sustancias que pueden ayudarnos a complementar la dieta que seguimos y a perder peso. Elígelas en función de los efectos que más se ajustan a tus necesidades.
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