El verano es una estación intensa que sacude a nuestro cuerpo y a nuestra mente. Disfrutar de las ventajas del calor y evitar sus riesgos es cosa nuestra.
Lega el verano, la estación del calor, el momento ideal para abrirse y mostrarse al exterior. Vivir esas temperaturas elevadas de manera natural, con confianza y libertad, sin agobios, requiere un proceso de adaptación que refresque el propio interior.
Algunas personas huyen a lugares donde el clima se muestre menos generoso en grados centígrados. Otras tienen el aire acondicionado encendido día y noche, a fin de generar un frescor artificial que tiene defensores y detractores.
Cada persona dispone de sus propios recursos y actitudes para sobrellevar el bochorno, si bien una mala adaptación al proceso puede derivar en problemas de circulación y deshidratación, diarreas estivales, alergias, calor nocturno excesivo que impide conciliar el sueño e incluso estados febriles.
Lo que mejor resultado da para que el aumento de la temperatura pueda ser contrarrestado eficazmente desde dentro es aclimatar el cuerpo con hábitos saludables y de sentido común. El objetivo es entrenarse para sintonizar plenamente con la estación, evitando esfuerzos vanos y aceptando esa invitación a una apertura que es tanto corporal como mental.
El corazón es el órgano que se relaciona con la alegría y el calor. El verano es un buen momento para cuidarlo de sus posibles achaques con algunas infusiones de plantas amigas (como el espino blanco), una dieta baja en grasas saturadas, ejercicio y momentos para la relajación y la contemplación.
En verano el organismo se calienta y aumenta la circulación de la sangre, en un intento de refrescar la piel, esa gran muralla que protege el territorio corporal. A su vez, la evaporación del sudor hace que baje la temperatura. Y también que se pierdan líquido y sales minerales.
Debido a ello aparece la sed, síntoma evidente de que hay que reponer el agua eliminada. Se puede beber a lo largo del día fuera de las comidas disponiendo, por ejemplo, de una botella de agua de litro o litro y medio para ir tomándola a sorbitos. Añadiéndole zumo natural de limón aportará también vitaminas y sales minerales.
Otra vía para hidratarse en parte es a través de la piel. En verano son ideales las cremas y leches muy fluidas. Las de caléndula refrescan la piel después de lavarse y así ayudan a mantener su humedad. Y después de tomar el sol lo óptimo es refrescarse con agua y aplicar gel de aloe vera a fin de mantener hidratada la piel y reducir la irritación.
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