La escritora y politóloga norteamericana Susan Sontag, decía que escribir es finalmente la serie de permisos que te das para expresarte de alguna manera. German Dehesa agudo y con sentido del humor inigualable solía festejar que a pesar de tantos y largos pesares en México: somos más los buenos. Monsiváis incitaba a hacer patria documentando el optimismo. Yo también quiero acuñar alguna frase, así, si las palabras se las lleva el viento que vaguen y que surquen por su transitar cual hojas invernales. Yo quisiera colocar en un altar a la memoria para que al rendirle culto, el olvido sea cancelado de nuestras vidas, de nuestra historia.
Vivimos en el concierto de las voces que claman paz y justicia, que claman compasión, que buscan acabar con la impunidad. Gritos desgarradores a los que les duele nuestro país, nuestro presente. Yo también me uno a ese canto.
Como acotación, añadiría, que es necesario que cambiemos nuestro vocabulario, necesitamos un discurso reconciliador, hay mucho odio, mucha anarquía, centrémonos en la esperanza. ¿De dónde la sacaremos? Recordemos que México somos nosotros, los ciudadanos de a pie, así que hagamos patria con nuestras buenas acciones. Comprendo que hay indignación pero cada quien tiene que hacer su tarea. Debemos de ser BUENOS CIUDADANOS, individuos comprometidos, preocupados, ocupados, encendidos; contagiemos a los demás con nuestro impulso, con ese frenesí sano, y así toda actividad que hagamos estará impregnada de Coraje, Constancia, Congruencia, Espíritu de Servicio y Magnanimidad. Nuestro entorno será diferente, y México será otro país, otro.
Queremos justicia, ¡sí!, queremos paz, ¡sí!, que esta Navidad sea realmente un tiempo de Paz, un tiempo de Amor. ¿Estaremos cayendo en cuenta que hemos guardado en un cajón a Dios y hemos tirado la llave por el océano?, pero, no nos apesadumbremos, sería iluso bucear para rescatar esa llave, mejor llenémonos de esperanza sabiendo que el Amor y la Misericordia de Dios son Infinitas y abren cualquier oxidada cerradura como nuestro corazón; porque Dios pone un Belén en cada alma, como amenamente lo retrata en su onírico relato Don Enrique Monasterio “Y vio Dios todo lo que había hecho. Y era muy bueno; más aún, estupendo. Y tanto le gustó qué decidió transmitir en directo el nacimiento de su hijo a todos los diciembres de la historia y a todos los corazones que tuvieran sitio para un belén. Así inventó la Navidad. La navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es un sentimiento. Es el día en que Dios pone un belén en cada alma…”
¡Ya llegará el 2025!, pues que vengan esos 12 meses en los cuales demos muchos abrazos, dediquemos calidad de tiempo a quienes nos quieren y queremos, sepamos escuchar detenidamente a nuestros amigos y podamos dar ese consejo que buscan en nosotros, que podamos hacer de la paciencia una buena aliada y de la prudencia todo un estilo de vida, que cerremos el paso al conformismo y al pesimismo lo perdamos de vista; que sepamos contagiar el buen ánimo. ¡Qué así sea nuestro próximo año!
¡Feliz Navidad! Mucho, todo el amor, realmente nos lo merecemos.
*El autor es abogado y escritor, intelectual pop y filósofo urbano y ya sin tanta crema a los tacos es un mazatleco orgulloso de su terruño.
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