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    El Renacimiento y los negocios del futuro.

    Las actividades empresariales como todas las acciones humanas, pasan por un proceso de evolución y complejización que generalmente, supera el pensamiento tradicional que les dio origen.

    El proceso de desarrollo tecnológico ha transformado profundamente el rol del empresario como simple administrador de los recursos de una empresa. Este cambio obedece a que las sociedades han generado necesidades intangibles cada vez más difíciles de satisfacer y con ello, soluciones que pasan más por el procesamiento de conceptos abstractos más allá de soluciones concretas para un problema determinado.

    Si lo ponemos en perspectiva, el transporte logístico exige procesos basados en el tiempo, el desarrollo de softwares que administren con mayor eficiencia los recursos y hasta Inteligencia Artificial que resuelva conflictos relacionados con el abastecimiento de unidades de transporte en tiempo real.

    Las escuelas de negocios en el mundo lo han entendido así. El pensamiento empresarial tradicional ya no es capaz de solucionar temas tales como la logística, el desarrollo de infraestructura financiera, blockchain, Fintech y Big Data.

    En este sentido, vale la pena retomar la visión del pensamiento renacentista, que involucraba al intelecto como un generador de ideas complejas a partir de la múltiple conexión de conceptos de diferentes campos del conocimiento, desde el arte, la ciencia, la literatura y la filosofía.

    Este proceso integrador se ha olvidado o desafortunadamente, no ha sido suficientemente cultivado en las escuelas mexicanas.

    Otro tremendo error en el que se ha caído en el de que las inteligencias o son lógicas o son creativas. Se separa el proceso de pensamiento como islas aisladas entre sí, asumiendo que el pensamiento matemático no puede generar creación artística. una interpretación coherente de la misma.

    Es decir, arte y ciencia no son y nunca han sido, procesos independientes. Son, por el contrario, esquemas y marcos que aglutinan diversas habilidades cerebrales. La innovación es un proceso de reingeniería de la realidad: para poder crear un producto o un servicio innovador, es fundamental separar el todo en partes y crear conexiones distintas a la original.

    El sistema de pensamiento de un empresario tradicional se compone exclusivamente de procesos que adicionan valor a cada parte de un producto. Sin embargo, la globalización y el avance tecnológico destruyo este marco. Un avión, por ejemplo, es tan grande, que tiene que ser construida en varios países, con idiomas distintos, con culturas distintas, con tecnología distinta. Es decir, algo tan abstracto como la cultura, tiene peso en el proceso productivo.

    Antes, el empresario asumía que solo la calidad era suficiente para competir en el mercado. Hoy, hablamos de algo abstracto como storytelling, como pensamiento divergente, como creatividad enfocada al futuro.

    El gran problema es que, de nuevo, nos encontramos con la separación entre pensamiento y actividad empresarial. La ausencia de clases de filosofía efectivas en las escuelas ha matado el pensamiento crítico y en vez de crear emprendedores innovadores, hemos formado jóvenes que replican el éxito de otros: todos quieren abrir restaurantes, bares, tiendas de ropa. A lo sumo, uno que otro quiere crear una app que le permita entrar a Android o a iOS.

    Los negocios tradicionales nos obligan a competir por precio y mientras sea imposible para un emprendedor alcanzar economías de escala para bajar el costo de producción de sus productos, será absolutamente imposible que pueda competir con empresas trasnacionales.

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