Más

    FILOSOFÍA DE LAS DECISIONES I.

    En términos generales, todos crecimos creyendo que hay decisiones buenas o malas. Es decir, que entre dos o más alternativas, hay aquellas que generan o no un beneficio mayor o menor en función de otras.

    No hay decisiones racionales. De hecho, como demuestran economistas como Charles Wheelan, un exceso de racionalidad y un anhelo por optimizar generalmente provoca errores de juicio y consecuencias indeseadas.

    La irracionalidad de las decisiones, por el contrario, no procede de un análisis costo-beneficio. Sino, como lo explicara la filósofa Ruth Chang, de la creación de significados. Decidimos basados en principios que consideramos correctos y al hacerlo, inevitablemente, le damos un peso a esos conceptos, lo que curiosamente, crea otros significados.

    Chang lo explica considerando el ejemplo de cómo elegimos lo que comemos. Por ejemplo, elegir entre comida chatarra significa en realidad darle prioridad al placer inmediato, a la satisfacción instantánea, mientras que elegir comida saludable implica darle peso al concepto de largo plazo, es decir, a la supervivencia y a la planeación sobre el futuro.

    Para esta filósofa, la decisión no es sobre contar calorías o comer saludable. Es sobre el peso inconsciente que le damos a significados distintos. Por eso en realidad, el ser humano requiere crear conceptos subjetivos sólidos para tomar mejores decisiones.

    Para la Política, hay dos maneras de entender las decisiones: la que defiende los principios morales y la que regula los procesos de cambio. Iría más allá, la Política también es el proceso de encontrar soluciones por encima de los conflictos y de la polarización. La Política no atenúa, sino que produce mecanismos de despresurización social que van gradualmente, acercándose a un equilibrio conceptual y a una solución intermedia entre posturas antagónicas.

    El Paradigma clásico de la Economía Capitalista implica que la libre competencia premia a los más capaces y castiga a los que fueron incapaces. Esto sonaría bien, salvo que los costos siempre son demasiado fuertes para los sectores vulnerables.

    La solución que encontramos para disminuir los efectos adversos de la disparidad económica fue el Estado. Pero el Estado en su afán de redistribución, comete errores institucionales, mantiene marcos legales y mecanismos de operación que no siempre cumplen su propósito. El Estado, además, ha venido sufriendo un proceso complicado de precarización, imposibilitando a resolver todas las cuestiones económicas que una sociedad diversa, compleja, más ideologizada, exige.

    La economía colaborativa reflejaría un nuevo paradigma de conducta económica, en donde el consumo y las transacciones se basarían tanto en el egoísmo como en la solidaridad. Esto es, en la medida en que el espacio en el que me muevo me representa y representa al grupo social al que pertenezco (familia, trabajo, amistades), los sacrificios sociales se distribuyen proporcionalmente para cada individuo, disminuyendo el impacto para los más vulnerables.

    Esto sería colaboración entre tribus (sociales, políticas, raciales), pero también, en la necesidad que tienen éstas de convivir en un espacio y un tiempo determinado.

    Es así como los procesos económicos dejan de ser injustos. Esta idea no es nueva. John Nash en su famoso dilema del prisionero ya habría analizado la necesidad de cooperar que tienen los individuos, ante escenarios complejos y donde ambos carecen de la información completa para tomar decisiones.

    Regresar al planteamiento de Nash implica disminuir los costos sociales, maximizando la utilidad social de las decisiones individuales. El futuro va a obligar a entender estos procesos, pues el virus demostró que, desde el aislamiento, ningún país es capaz de enfrentar por sí mismo algo de dicha magnitud.

    El futuro de la economía será comprender estos procesos de creación de significados en entornos sociales totalmente distintos. Y es en esencia, la tarea que toca a las economistas, filósofos, académicos de todo el mundo.

    Por: Óscar Rivas
    Master of Business Economista,
    con maestría en Negocios Globales por la Escuela de Negocios Darla Moore de la Universidad de Carolina del Sur.
    twitter: @rivaswalker

    Latest articles

    spot_imgspot_img

    Related articles

    DEJA UNA RESPUESTA

    Por favor ingrese su comentario!
    Por favor ingrese su nombre aquí

    spot_imgspot_img