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    Leer… por la vereda tropical.

    “Un día leí un libro y toda mi vida cambió”, pudiera justificar que resultó  oportuno transcribir el introito de un libro de Pamuk,  sin embargo los motivos más que literarios son existenciales, es toda una declaración en primera voz que hace un lector con la severidad emocional que la sinceridad exige.

    La misma sensación que experimenta un niño en una juguetería, es la que siento al entrar a una librería, sin embargo, no se experimenta el mismo placer mirando fijamente un exhibidor de libros, que teniendo el libro en tus manos, hojeándolo, teniendo el nerviosismo permitido y la ansia efervescente de dar vuelta a la página para continuar con la trama, admito que he llegado a la conclusión que soy un comprador de libros compulsivo, antes era un lector compulsivo, un bibliófilo, hoy me he reducido a un “libromano”.

    Leer es sostener un romance con las palabras; perderse para encontrar, darle huelga a la realidad para sustraerse en la ficción, en la otra historia, en la que es ajena pero termina siendo propia. Leer también es pensar. De ese ejercicio podemos sacar ventaja, como dijera Faulkner: “Leer, leer, leer todo, clásicos, desconocidos, buenos, malos, ver cómo escriben, leer y absorberlo. Luego escriba. Si es bueno lo conservas, sino lo tiras por la ventana”.

    Leer es un deleite que se contagia, es un placer sin culpa (claro está cuando lo que se lee es lo apropiado).

    Triste nuestro caso; en un país como el nuestro en que no se lee; y lo que se lee es de paupérrimo contenido. En la lectura encontramos: belleza en la poesía, intriga en la ficción, recuerdos en la historia, ideas en la prosa y conocimientos en la ciencia. La lectura, cultiva, inspira, consuela y alimenta, nos abre horizontes, le da más alas a la imaginación.  Yo leo para conocer la esencia del ser humano, para profundizar sobre cualquier tema, me ayuda a analizar, sintetizar y mejor aún para crear. Leo para mantener la mente ocupada en algo positivo con el fin de ser constructivo y lograr  evolucionar.

    La lectura es la educación menos costosa y la más auténtica, la más fecunda, porque es ella la que va a lograr que las personas  alcancen  su mayor protección con la menor inversión posible. Refuerza la identidad y ayuda a cada quien a conocer y comprender sus problemas, a comprometerse con su destino, a asumir sus luchas. Hay personas que consideran a la lectura, como un camino para huir de la realidad, mientras que entraña la mejor manera de vivirla.

    Yo aprendí a leer dos veces, la primera vez, de niño, cuando hilvané las sílabas, perseguí la palabra, la pronuncie dos veces, una como tartamudo y después de corridito. La segunda vez, fue las más importante, la más imponente, llena de encanto y de experiencia mística, sentía que yo era un tal Tom Sawyer, que vivía con la tía Polly, que mi amigo era Huckleberry Finn, que escapaba a una Isla con él y con Joe Harper, una especie de desdoblamiento, me volví codependiente de los libros, adopté la historia, me convertí en un personaje, vivía otra vida, eso se volvió en una verdadera adicción, y la verdad no pienso rehabilitarme.

    A través de la lectura vamos alcanzar los valores que son necesarios para el mundo que necesitamos construir hoy, sensibilidad para comprender la realidad y conciencia para asumirla y hacernos responsables de ella y sabiduría para transformarla en una situación mejor.  

    A mí me gusta leer… por la vereda tropical. Irrefutable resulta el gran sabio de Cervantes: “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho” .Que veamos, que leamos y que sepamos mucho. ¿Nos leemos en diciembre?

    Por: Luis Roberto González-Manjarrez
    @luisrobertogm
    @leerporlaveredatropical
    *El autor es abogado y escritor, intelectual pop y filósofo urbano y ya sin tanta crema a los tacos es un mazatleco orgulloso de su terruño.

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