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     La banda sonora de los recuerdos…

     Recuerdo la primera vez que mi Papá me llevó a un concierto, fue en el Teatro Ángela Peralta, pero no en el fastuoso y exquisito recinto remodelado, era un dramático local sin techo, con un árbol que creció en medio del escenario, una rara combinación entre lo tétrico y lo romántico; la primera impresión del lugar fue de temor, pero luego se disipó, surgió la voz de una soprano interpretando “Azulao” la pieza clásica brasilera de Ovalle.  Desde ese momento supe que sería un melómano insufrible.

     

    Revelo sin pudor alguno que  el Intermezzo de Cavalleria rusticana (Pietro Mascagni), provoca en mí unas profundas ansias de llorar, pero logro contenerme (la mayoría de las veces), gran placer y júbilo el escuchar la Barcarola de Les contes d’Hoffman (Offenbach), me cautivan los versos magníficos de Delirio y Contigo en la Distancia (César Portillo de la Luz) y me re-enamoro con tan devota declaración como lo es Nocturnal de Sabre Marroquín: “A través de las palmas que duermen tranquilas/ se arrulla la luna de plata en el mar tropical/
    y mis brazos se tienden hambrientos en busca de ti”

     

    Edgar Allan Poe pontifica: “En la música es acaso donde el alma  se acerca más al gran fin por el que lucha cuando se siente inspirada por el sentimiento poético: la creación de la belleza sobrenatural”, glosa Shakespeare que “el hombre a quien no conmueve el acorde de los sonidos armoniosos, es capaz de toda clase de  traiciones, estratagemas y depravaciones”. Andrea Bocelli en su “Vivo per lei” argumenta que vive por ella “por que va dándome siempre la salida, porque la música es así, fiel y sincera de por vida” Madonna declara que la música: “makes the people come together, music mixes the bourgeoisie and the rebel”.

     

    La música genera emociones y sensaciones, evoca sentimientos, fragua melancolía y desata la  nostalgia, divierte y hasta entretiene, puede llegar a ser medio de denuncia y crítica social-política.

     

    La música y yo tenemos una relación peculiar. Al comentario anterior es necesario hacerle ciertas adecuaciones, el silencio y yo no nos soportamos, por lo que la música viene a ser  siempre una buena acompañante. No puedo conciliar el sueño sin una buena sesión de música (además de un libro claro está), cada nota termina siendo un arrullo. En cuanto a mis gustos soy muy ecléctico, pero sin duda me gusta la buena música y ojo, no estoy hablando de música Culta sino de ésa que se hace con dedicación, pasión y entrega.

     

    Mis papás, al escuchar su música, me hicieron un niño sin prejuicios armoniosos, acostumbrando a mi oído a disfrutar de las más diversas melodías y lo anterior sumándolo a los estilos y gustos de la época en que me iba desarrollando.  Lo cual configuró una banda sonora, como si mi vida fuera una película y a cada reacción, sentimiento y anécdota le correspondiera una canción particular.

     

    La melodía sostiene un vehemente romance con la poesía y así nace la canción. Y están los oratorios excelsos, los villancicos típicos del tiempo navideño, los gregorianos litúrgicos, los madrigales, la copla española y las rancheras desgarradoras, las arias -cual Nessun Dorma– para romper cristales al ser interpretadas, las alegres mañanitas para felicitar, las bullangueras de la costa sudamericana como el Vallenato colombiano, la música criolla argentina para las cantoras, los apasionados –e inclusive algunos sumamente arrabaleros- versos con bandoneón de fondo como lo es el tango, los himnos incitadores al nacionalismo como  La Marseillaise, las canciones de cuna y los seductores boleros.

     

    Las canciones, en sus más diversos estilos, siempre han formado parte de la biografía sentimental de cada generación. Nuestra vida transcurre con banda sonora. La música está en todas partes. Todo es sonido incluso hasta el silencio tiene su propio ritmo, los latidos del corazón tienen cadencia y las palabras se vuelcan en sinfonías.

     

    Porque de que tuvo razón, la tuvo, Facundo Cabral quien  aseguraba que: “cuando un pueblo trabaja Dios respeta. Pero cuando un pueblo canta, Dios lo ama”. Ojalá y nuestro tiempo transcurriera como lo expresara el poeta Jaime Torres Bodet: “Se nos ha ido la tarde en cantar una canción, en perseguir una nube y en deshojar una flor…”  que en pensar en nimiedades y ver cruzados de brazos la vida pasar.

    Twitter: @luisrobertogm

    Instagram: @leerporlaveredatropical

    *El autor es abogado y escritor, intelectual pop y filósofo urbano y ya sin tanta crema a los tacos es un mazatleco orgulloso de su terruño.

     

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