Potente, excelsa y sublime, así me decía mi papá sobre la pieza denominada “Domine Deus, Rex Caælestis” o popularmente llamada “El Gloria de Vivaldi”. Era costumbre en mi casa, escuchar la Pasión según San Mateo durante el Viernes Santo, y veía religiosamente “Marcelino, Pan y Vino” (por gusto personal); los sábados festejábamos a mi mamá Yoya (mi abuela) pues era “Sábado de Gloria” y el domingo mi papá nos volvía a “atormentar” con música clásica, y escuchábamos el “Domine Deus, Rex caelestis” de Vivaldi. Siempre recibía regalos de Pascua, unos chocolates en forma de conejo, dinerito (por parte de mi abuelo) y un libro comprado en la emblemática esquina de la 5 de Mayo con las Hermanas Carrasco. Alguna vez le pregunté a mi papá por qué osaba torturarme con música clásica, poesías y pinturas… ahora con dulce nostalgia recuerdo su respuesta: ¡Quiero que seas culto y espero que un día todo este bagaje te sirva, te alimente y te haga vivir de manera diferente! Hoy solo podría darle profundamente las Gracias, por esta valija intelectual que me acompaña.
A lo largo de los siglos, artistas de diferentes disciplinas han dejado su huella en el mundo, y su legado sigue vivo en la actualidad. Pero, ¿qué hace que el arte sea tan fundamental en la vida del ser humano?
El reconocido pintor español Pablo Picasso sostenía que “el arte lava del alma el polvo de la vida cotidiana”. Estas palabras resuenan en la esencia misma del arte: su capacidad para elevarnos más allá de lo trivial, para transportarnos a nuevos mundos de expresión y emoción. El arte es un refugio para nuestra mente y corazón, un escape de la realidad mundana que nos rodea.
Nietzsche afirmó que “sin música, la vida sería un error”. La música, una de las formas de arte más antiguas, es capaz de evocar una amplia gama de emociones. Desde la alegría y el amor hasta la tristeza y la angustia, la música nos conecta con nuestra propia humanidad de una manera única. Nos permite expresar y experimentar lo que las palabras a menudo no pueden transmitir.
Además de ser una forma de expresión personal, el arte también desempeña un papel crucial en la sociedad. Sartre afirmaba que “el arte debe revelarnos a nosotros mismos“. A través del arte, podemos explorar nuestra identidad colectiva, nuestras raíces culturales y nuestras creencias compartidas. Nos permite reflexionar sobre la condición humana y participar en diálogos significativos con los demás.
El arte también tiene el poder de crear cambio social; Diego Rivera dijo una vez que “el propósito del arte es formar, embellecer y transformar”. En su famoso mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, Rivera retrató la historia de México y abordó temas sociales y políticos importantes de su tiempo. El arte puede y debe ser una llamada a la acción, un medio para despertar conciencias y desafiar las injusticias existentes.
Para el poeta Walt Whitman, el arte era “el sutil y más duradero de los espíritus”. Y es cierto, el arte perdura a lo largo del tiempo, trasciende las barreras culturales y continúa inspirando a generaciones futuras. Las obras de innumerables siguen siendo admiradas y estudiadas hoy en día, convirtiéndose en testamentos de su eterna influencia en nuestra sociedad.
El arte es una fuente inagotable de inspiración y transformación en la vida del ser humano; tiene el poder para sanar nuestras almas, desafiar la realidad y fomentar vínculos. Bien decía Dalí: “El arte es la única forma de escapar sin salir de casa”. Aprovechemos la riqueza del arte y permitámonos ser transportados a nuevas dimensiones de la imaginación y la creatividad.
Twitter: @luisrobertogm
Instagram: @leerporlaveredatropical
*El autor es abogado y escritor, intelectual pop y filósofo urbano y ya sin tanta crema a los tacos es un mazatleco orgulloso de su terruño.
