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    EL GLAMOUR EN EL CINE (3)

    GRETA GARBO (1905-1990)

    En el libro Cine Sueco (Ediciones Losange, Buenos Aires, 1958) de Bengt Idestam-Almquist se lee, a propósito de La leyenda de Gösta Berling (Suecia, 1924), Mauritz Stiller, guion de él y de Hyltén Cavalius:

    <Hyltén-Cavalius cuenta que la joven Greta Garbo no era dueña -en principio- de una personalidad digna de cometario. Él y Stiller se preguntaban, frecuentemente, si Greta tendría capacidad necesaria para interpretar a Elisabeth. “Es tan tímida, mira, que no tiene el valor de mostrar lo que siente, no posee ninguna técnica”, decía Stiller. Cuando ya se había comenzado a filmar, Stiller tuvo grandes dificultades con ella. Pero Stiller y Cavalius se consolaban: como quiere que fuese, era fascinante, simplemente maravillosa. “Todo es hermoso en ella. ¿Te has fijado, por ejemplo, en los pies? Tiene talones extraordinariamente hermosos, absolutamente derechos, en una sola línea”, dijo Stiller.

    “¿Es difícil hacer cine?, preguntó un repórter a la Garbo.

    “Espantosamente. He afrontado pruebas terribles. Pero Stiller es la mejor persona que se puede imaginar. Uno no puede entristecerse ni ofenderse por más que él grite. Crea las personas y les da la forma que él desea. En general soy buena y capaz, pero tengo propensión a ponerme muy triste cuando son malos conmigo. Naturalmente, es necesario ser un poco descarado en la vida, aunque quizá no sea una cualidad demasiado femenina. Pero, quizá yo no poseo las cualidades dulces de las mujeres”.

    Se cuenta que, luego de una escena, durante la cual Stiller había estado más furibundo que de costumbre, se oyó murmurar a Greta con los labios apretados: “Maldito Stiller. Te odio”.>

    La Garbo era inexperta, tímida y algo regordeta. Tenía que adelgazar y aprender a actuar bajo la tutela de Stiller a quien empezó a odiar, pero también a amar. Rostro puro y delicado, de retenida sensibilidad, con bellos ojos, magníficas pestañas y boca semi abierta, el de la Garbo escondía un misterio de verdadera Diosa Afrodita encarnada para mantenerse como la más carismática y fotogénica de todas las divas de la historia del cine. Ese rostro enigmático escondía una conciencia pagana que supo guardar celosamente el secreto de su vida privada. La carne y el deseo no necesitaban de maridos mortales. La Garbo sabía vivir sola e intentó llevarse con ella sus secretos más íntimos. Casi no se conocen fotos de “la divina” desnuda.

    Aparte de las que le tomó, en una playa, en 1930, Mercedes Acosta, la que les ofrecemos a ustedes data de 1925 y es inédita.

    La Diosa de Hollywood parecía pensar en la foto: “Soy dueña de mi propio cuerpo. Moriré soltera pero no sin experimentar esos placeres aparentemente reservados a las mujeres casadas. Odio a los hombres. Y aunque sé que he enamorado a muchos, mi verdadera intención ha sido siempre la de enamorar a las mujeres. Los hombres con quienes he compartido el lecho han sido unos intrusos”.

    El claro oscuro de la foto destaca una frágil y fría belleza airosa en flor, tal como la consideraba Stiller: “expresión misma de la belleza femenina”.

    Por Javier Enrique Zamorano López

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