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    Es la búsqueda de la felicidad.

    Hace muchos años, durante la preparatoria conocí a quien se convertiría en uno de mis amigos más cercanos; a pesar de largas ausencias por radicar en distintas latitudes realmente nunca dejamos de estar en contacto. Es de ese tipo de amistad que al reconectar es como si le quitaras la pausa al episodio de la película de la vida que compartes con esa persona. En una ocasión en que coincidimos aquí en Mazatlán, durante una charla en medio de risas tras recordar anécdotas de juventud me compartió una confesión que resonó fuertemente en mi corazón: renuncié a todo, a la vida godín, a una estabilidad aparente que me asfixiaba, ahora crearé música. Sin que me explicara a detalle, lo primero que se me vino a la mente fue recordar su pasión por la música electrónica y cómo siempre en reuniones y fiestas era quien tomaba el control de lo que escuchábamos.

    Él había estudiado economía en la universidad más prestigiosa para ello, trabajó durante una década en consultoría, gobierno, banca y telecomunicaciones, ocupando vacantes que para muchos serían de ensueño. Sin embargo, no era feliz, nunca se sintió identificado con ese universo. El antídoto o más bien su anestésico era crear y componer esa música electrónica que tanto le apasionaba en su juventud, mezclando para sí mismo sólo en su habitación. Tras años de ambivalencia llegó el punto de quiebre y renunció a todo, atreviéndose a intentar lo que muchos solo sueñan: arriesgarse a perseguir lo que le apasiona contra todo temor, a redefinir el rumbo de su vida; logró dar un salto mortal sin morirse.

    Inició su odisea bajo el nombre de DJ Zombra dándose la oportunidad de mostrar su arte tocando en bares y clubes de la Ciudad de México, adaptándose a la escena local de la vida nocturna de fin de semana así como en eventos sociales. Sin embargo, esa adaptación seguía siendo restringida para sus creaciones debido a que sus mezclas eran de música comercial, creando en él una sensación de asfixia y vació en su alma, provocando un impulso que lo llevó al otro lado del mundo. Con una USB repleta de tracks compuestos por él, encontró en Tokio, Japón, la chispa que necesitaba. Tuvo la oportunidad de tocar en algunos eventos y fue en el antiguo barrio de Yanaka donde se topó con una pequeña cafetería cuyo cartel decía: NICEG¥S ONLY. En su alma algo resonó, una nueva dimensión donde encontraría el sentido que tanto había estado buscando y el amor por su proceso adoptando ese pseudónimo. El concepto y estética de NICEGU¥ evolucionó hasta convertirse en música electrónica y moda urbana cargada de energía. El economista había sido reemplazado por el artista, por un ser humano con una necesidad de crear y permitirse llevar una vida dedicada a ello, alejado de las tentaciones del mundo material y de todo aquello que pudiera desviar su enfoque. Actualmente ha compuesto un álbum llamado 未来の波長 (energía del futuro) así como el diseño de su propia marca de ropa urbana.

    La historia de Rodrigo Alatorre invita a la exploración más difícil de todas, una introspección hacia la propia vida, hacia la autorrealización. Actualmente está culminando la producción de algunos tracks de techno y dance, unas verdaderas bombas para el dancefloor. Compuestos en tiempos de pandemia y que celebran el final del apocalipsis, invitando a liberar el alma bailando. ¿Cuántas veces hemos apagado nuestros propios sueños? ¿Cuándo fue la última vez que intentamos hacer algo diferente, algo que nos nutra el alma y nos reconecte con nuestras pasiones de juventud?

    Para saber más y descubrir su música: Instagram @niceguy.wav

    Por: M.A. Sichem Rizo Álvarez

    Fotógrafo y artista gráfico

    Sichem Photo Lab

    @elbuensichem

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