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    Política sin toxinas

    “He dicho muchas veces que la política es la segunda profesión más baja y me he dado cuenta de que guarda una estrecha similitud con la primera”

    Ronald Reagan

    Me atrevo a decir que todos nos quejamos de los políticos y de la “política” que hacen. Ellos no son los que se quejan, pues obvio que no les conviene; y no les conviene, porque la “política” que hacen –muy lejos de su verdadera esencia– es para su propio provecho y no para el del pueblo. Así de simple; tan simple como ancestral.

    Recordemos que la política es, y debería ser, la actividad humana que tiende a gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad. No obstante, a partir de su inicio, que los historiadores lo ubican  en el período Neolítico (¡hace 9000 años!), empezaron los desvíos de su propósito principal.

    Desde que se empezó a organizar la humanidad, jerárquicamente apareció así el poder sobre los demás. El poder lo ocupaba el más fuerte o sabio del grupo, pero hay constancia de pueblos que estaban organizados en un sistema que en ocasiones era absolutista: los brotes de las dictaduras y de abusos despóticos, en donde todo el poder era ocupado por una sola persona. Este esquema político no cambió sino hasta la Revolución francesa en Europa y la constitución de Estados Unidos. Era el inicio de la democracia: “el poder del pueblo”.

    Pero, desafortunadamente, ese poder del pueblo, en los hechos, se lo han tomado los políticos, y no nada más en México.

    Como ciudadanos, hemos dejado a los políticos y autoridades ejercer el poder, y la toma de decisiones, a su forma muy particular de concebir el “trabajo”: para su propio beneficio, y no para el de quienes los elegimos, y todo ello en un sistema electoral muy cuestionable.

    Es difícil, y no imposible, revertir miles de años del modo de hacer “política”; en provecho – con honrosas excepciones – de los grupos que se adueñan del poder: políticos y autoridades, los dueños del dinero, mafias y sindicatos, comunidades religiosas, medios de comunicación, educadores y científicos en los que, de manera tácita, están contenidos ciertos códigos como la corrupción, relajación de valores, el engaño, la deshonestidad e impunidad.

    Un ejemplo extraordinario de que sí se puede hacer política, en beneficio de la sociedad, es el de Sergio Fajardo, ex Alcalde de la ciudad de Medellín, Colombia.

    Enseguida algunos pormenores de su visión y modo de hacer la verdadera política:

    – No robar. El funcionario es –o debería ser considerado así– un servidor del pueblo, y para eso se le paga,no tiene porqué malversar el dinero público. Es más, debe ser enjuiciado y sentenciado por sus desfalcos. “Estamos en la política por convicción no por cálculo”, dijo Fajardo.

    – Evitar gastos superfluos o banales. Caso concreto: eliminó el certamen de belleza, cuyo costo anual era significativo para las finanzas municipales, y destinó parte del dinero a un concurso para encontrar y premiar talentos, de todo tipo y clase social.

    – Fomento a la educación (piedra angular de su campaña y gestión como Alcalde), principalmente en las zonas de la ciudad con más problemas y necesidades. Con ello consiguió matar dos pájaros de un tiro: detener la entrada de personas al narcotráfico y atenuar la violencia. 

    – Cerrar y abrir puertas. “Si el narcotráfico es una de las principales causas de la violencia –razonó Guajardo– debemos cerrar las puertas, brindando educación y opciones a candidatos al crimen para que no entren a él, y abrir puertas por medio de la educación, valores, empleos y vida digna”.

    – Colaboradores limpios, con los que no tenía “compromiso político” alguno. Eso lo dejó bien claro al iniciar su campaña: “Si una persona nos apoya, no significa que su familia vaya a trabajar en el Gobierno”…y lo cumplió.

    En el Mundo, y muy acentuado en nuestro país, la política está intoxicada por los compromisos, corruptelas, alianzas ilícitas, egoísmo, décadas o siglos de desfalcos al erario e impunidad. Necesitamos desintoxicarla o seguiremos en la misma situación: luchas de poder por un botín llamado México. Forcejeo que provoca desigualdades, división de los mexicanos, unos cuantos millonarios sexenales y un sinnúmero de compatriotas en la pobreza.

    “Los políticos toman las decisiones más importantes en una sociedad y tenemos que ser parte de ese proceso”

    Sergio Fajardo

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