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    ¿De qué tienes la culpa?

    El hombre a través de los años nos ha inculcado un sinnúmero de mitos y creencias sobre lo que está bien o mal, si eres bueno o malo por haber hecho tal cosa o no haberlo hecho, las reglas de educación y también han manipulado al hombre a través de la religión, el hombre pecador.

    Todas esas creencias lo que hacen es entregarnos una carga muy pesada llamada culpa.

    Siempre tiene que haber un culpable, si hiciste, si no lo hiciste, si diste o no lo diste, si dijiste o no dijiste, si hubiera, si no hubiera… y es un cuento interminable.

    Tras una pérdida iniciamos un proceso de duelo donde surgen una revolución de emociones, el dolor nos nubla la claridad de pensar de identificar, de tomar decisiones, el dolor nos apaga la luz en nuestro corazón.

    Las emociones más comunes son la tristeza, el enojo, el miedo y por supuesto la culpa.

    Después de que nuestro ser querido murió quisiéramos haber hecho más y nos preguntamos ¿Por qué no me di cuenta antes?, ¿Por qué no lo llevé al doctor o por qué no vi otra opinión?, ¿El tratamiento era el adecuado?, ¿Por qué no lo llevé a un hospital privado?, ¿Por qué no le dije que lo amaba?, ¿Por qué me fui a comer y murió?

    Nunca va a ser suficiente lo que hicimos porque tenemos que cargar con esas culpas las cuales nos atormentan y no nos permiten tener paz, por eso es muy importante trabajar la culpa porque ésta nos puede atorar en el proceso de duelo.

    Hay dos tipos de culpa, una imaginaria y la otra real. ¿Cómo distinguir una de otra? Es muy sencillo, necesitas preguntarte ¿Con qué intención lo hiciste?

    Cuando haces algo con la intención de lastimar es una culpa real, por ejemplo: Pasa una persona enfrente de mí y le meto el pie para que se caiga y se lastime.

    Esa es una culpa real y la voy a volver sana cuando reconozca que hice daño, pido perdón y me perdono y después de ese error tener un aprendizaje, no volver a hacerlo porque ya sé que hay una consecuencia. Si esa persona no me perdona, yo ya cumplí con reconocer mi error y disculparme, ahora la otra persona tendrá que trabajar su enojo y el perdón.

    La culpa imaginaria es cuando pasa una persona enfrente de mí y sin querer le meto el pie, se cae y se lastima, mi intención nunca fue lastimarla.

    Analiza de qué sientes culpa y deséchala, te vas a sentir más ligero.

    Una culpa que sienten muchos padres que han perdido a un hijo es cómo es que yo sigo vivo si mi hijo murió si el que debería haber muerto por orden cronológico soy yo. Esa es una creencia que nos han inculcado que la muerte nos lleva hasta que hayamos envejecido y no, la muerte toca a nuestra puerta a cualquier edad, desde día o semanas de gestación.

    Entonces la culpa llega cuando sonreímos, disfrutamos la vida a pesar del dolor de nuestra pérdida.

    En el duelo es muy común confundir la culpa por un anhelo, me hubiera gustado pasar más tiempo con él. ¿Por qué no lo hiciste? Si lo hiciste porque estabas cumpliendo con tus responsabilidades, estabas en tu trabajo, cuidando a tus hijos, vivías en otra ciudad, etc., es simplemente un anhelo, no hay culpa.

    Empecemos a cambiar esas creencias de las culpas y tomemos la responsabilidad de nuestras acciones, la mayoría de las culpas no son culpas, libérate de ellas para que tu caminar sea más ligero.

    Cuando vivimos una situación donde nos sentimos vulnerables, hay preocupación, miedo, incertidumbre y hay que tomar una decisión, siempre va ser la correcta pensando que es lo mejor de acuerdo a las circunstancias y herramientas que tenemos. Cuando las cosas no salen como queríamos viene la culpa de habernos equivocado, de no haber hecho lo suficiente.

    Siempre hacemos lo mejor que podemos, quédate con eso y vive tranquilo, vive tu duelo  de una manera sana para que poco a poco transformes ese dolor en amor.

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